Este 2013 se cumplen ciento cuarenta años de la publicación del Martín Fierro en 1873 por José Hernández, libro nacional de los argentinos, que fue comentado por Azorín y Unamuno, pero ni Juan Ramón ni los Machado ni Federico García Lorca dejaron testimonio alguno de una hipotética lectura de la obra de José Hernández. Tampoco Rafael Cansinos-Assens y Francisco Ayala se ocuparon del Martín Fierro, a pesar de sus múltiples conexiones con la literatura argentina. En realidad, hasta que Fernando Quiñones no reconoció su admiración por el clásico gauchesco en 1963 y Rafael Alberti no pergeñó unas coplas de presentación para una edición catalana en 1968, ningún escritor andaluz relevante le había dedicado alguna consideración al Martín Fierro.
Y como al destino le agradan las simetrías y las repeticiones –que decía Borges-, los «tristes» o yaravíes del Río de la Plata fueron escuchados y recogidos por cantaores. Desde su primera copla el Martín Fierro revela esta vocación. Y como la métrica de sus versos tiene ocho sílabas, consiente la interpretación por soleares y alegrías, aunque los cantaores flamencos que se han atrevido a versionar los cantes del Martín Fierro han optado por los fandangos, como la copla 406 de La Vuelta adaptada por José Menese o la copla 363 cantada por El Cabrero, fiel al original.
En realidad, la poesía gauchesca no sólo sintoniza muy bien con el espíritu de las letras flamencas y el aire sentencioso de los versos populares andaluces sino también con las características del habla y la fonética andaluzas …el castellano de los gauchos ofrece rasgos comunes con el de los judíos balcánicos. Lo cual, entre otras cosas, revela una lengua anterior al influjo humanista, como señala Armando López Castro.
A pesar de tratarse de una obra más conocida en España por eruditos y especialistas, los versos del Martín Fierro también han trascendido por los cauces más curiosos, pues cuando Alfredo Di Stefano triunfaba como jugador del Real Madrid durante la década del 50, solía presumir de ser toro en campo propio y torazo en campo ajeno, imagen extraída de la copla 11 del poema.
Robert Bontine Cunninghame Graham (1852-1936), autor de un libro de cuentos sobre gauchos, malevos y compadritos –The Conquest of the River Plate (1924)- y de un volumen de relatos misceláneos –Thirteen Stories (1900)- donde sobresale «La Pulpería», un cuento en el que los protagonistas son Martín Fierro, don Cruz y el Tío Viscacha. Así, muchos años antes que Borges escribiera «Biografía de Tadeo Isidoro Cruz» para el Aleph (1949) y «El fin» para Ficciones (1956), ya Cunninghame Graham había urdido una digresión literaria del Martín Fierro y fraguado la escena mortal de la pulpería.